Hacia tiempo que me rondaba por la cabeza esta idea. Un pequeño viaje en kayak con mi hijo de nueve años. El recorrido estaba muy claro , desde Benicassim hacia el norte, donde la costa me es conocida y hasta cierto punto atractiva. El destino….donde las fuerzas, y ganas nos llevasen. Al sur, nos encontraríamos con el puerto de Castellón, un punto demasiado conflictivo. Solo se trataba de encontrar un fin de semana con una previsión propicia. Y este ha llegado pese a que hasta última hora no estaba nada claro. De hecho, llenando el kayak todavía caían gotas, y pese a que hacia el mar el cielo estaba abierto, en las montañas los nubarrones estaban ahí, amenazadores.
Un poco antes de las 18:00 ya tenia el kayak estibado con todo lo necesario para ir de tirados por el mundo. Todo entró muy bien, y con un poco más de arte y gracia, hasta hubiera sobrado espacio. Una de las razones para cambiar el Oasis Twin, por el Riot, poder llevar equipaje para dormir por ahí, se había cumplido. Como buenos viajeros nos hemos hecho la foto de rigor al partir. Con tanta nube, el sol no se veía, y esa luz daba la sensación que estaba anocheciendo. Por eso se trataba de ir sin mariposear hasta nuestro punto de descanso. Aun así no nos hemos podido resistir a pasar por la roca de la suerte a darle un poco de sobeteo. Y parece que esta nos ha acompañado, con mar muy tranquilo y navegable en todas estas horas de remar. Sin parar a descansar, hemos cruzado el puerto de Oropesa. Esa forma de navegar de “tenemos que llegar a destino cuanto antes” es un poco agobiante .O no responde a mi filosofía de remar. Pero mirando el gps, íbamos a unos 6 km/h, y teníamos unos 12-13 km por delante. Las matemáticas, no fallan. Y cuando el niño que llevas delante puede tener pis, cansarse, aburrirse… debes jugar con un margen de maniobra. A modo de parada, y aprovechando el mar aceitoso, hemos entrado en la cueva que hay bajo la Torre del Rey. Con cuidado, eso si, porque habían cañas. Y no de las de beber, porque los pe(s)cadores le tienen mucha devoción a este sitio. Mi hijo nunca había entrado a una cueva de estas, y le ha gustado mucho, aunque el pensaba que por la cueva se salía a Mallorca, o Gerona….lo menos. Para su disgusto hemos dado la vuelta y salido por el mismo lugar por donde entramos. Traspasar el faro, hemos apuntado con nuestra proa hacia donde acaba Marina d´or.
Un poco más adelante estaba nuestro destino el camping Didota, a la orilla del mar. El sol, se ha zafado por un momento de las nubes, y parece que ha salido a recibirnos. Podíamos haber buscado un lugar para acampar a pelo, pero se trataba de no hacerlo muy radical para el niño. Por 17 Eur. hemos tenido un sitio limpio donde poner la tienda, pegarnos una ducha como señores y hacer popó como personas. Todo ha sido relativamente silvestre hasta que los vecinos de tienda le han invitado a ver la tele. Una vez instalado el campamento como señoritos hemos ido a cenar al Artemio. De vuelta, los mosquitos me han destrozado las piernas, y la derecha al despertar, estaba muy hinchada por la parte posterior de la rodilla. Dormimos como niños (sobre todo mi hijo) y todo gracias a la hinchable esterilla del decathlon. Es muy voluminosa, pero ofrece mullido y mucha superficie. Lo único malo es que su volumen obliga casi, a llevarla en cubierta (como me pasó en Croacia).
En la línea de hacerlo agradable, nos hemos despertado a eso de las ocho. Lo he recogido todo, y en eso de hora y media ya estábamos preparados para embarcar. Comprobado. Con niños ,desde que sales del saco de dormir hasta que pegas la primera palada, te cuesta más tiempo. La entrada al agua ha sido de lo más divertido. La playa era de cantos, y bastante empinada. Al empujar el kayak , ha cogido velocidad y ha entrado como un pingüino en el océano. Y luego, no paraba… he tenido que meterme en agua corriendo, mojándome todo, para evitar que no se fuesen niño y kayak hasta Mallorca. El mar continuaba pastoso, como en el día anterior, y ahora solo se trataba de navegar hasta donde nos pidiese el cuerpo. El paisaje hasta llegar a Torrenostra es una monótona playa de cantos. Llegados al antiguo cuartel de carabineros, hemos bajado a descansar un rato. Allí hay una playa nudista, y por no ser bichos raros, hemos debutado como miembros de pleno derecho del nude kayak club. Mi hijo ha sido valiente y se ha bañado todo el. Yo solo me he mojado hasta que el agua ha llegado al termómetro sexual. Más no he podido.
Apenas había gente, pero es gracioso ver como en estas playas las personas se separan todo lo que pueden, como si se debiesen dinero o se conociesen. Cuando he notado el culete sonrosado por los rayos de sol, ha llegado el momento de vestirse de nuevo y partir. Una hora más remando nos ha llevado a Torrenostra, donde aunque era pronto, ya teníamos hambre. Había un bar, muy apetecible, pero esta travesía también tenia algo de enseñar a mi hijo el rollo de «Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como». Es por ello que hemos montado en un plis plas en picnic calentando a la sombra de unas palmeras unos raviolis en lata. Para no hacerlo tan radical la cerveza y la coca-cola, las hemos comprado. Hemos estado un rato descansando y los dos nos empezábamos a aburrir un poco. Moraleja, me tengo que llevar algo para leer y distraer la mente. Es por ello que antes de lo que debíamos nos hemos echado al agua.
El típico viento de mediodía se ha levantado, y la velocidad media ha bajado mucho, por las olillas que levantaba. La cuestión es que avanzar era mas costoso. Tras pasar un saliente ,se nos ha mostrado Alcossebre, inconfundible con su montaña sembrada de casas, y a lo lejos como una tarta en medio del mar, Peñiscola. Mi hijo lo tenia claro y hasta allí teníamos que llegar. También hemos parado un pelin frente al árbol tuneado, con restos del mar. Hace unos años lo descubrí, porque en ese punto Key desembarcó con urgencia para reponer fuerzas y ánimos. Un poco mas adelante el viento ha arreciado, y hemos vuelto a coger el ritmo de 6 km/h. El resto de trayecto no ha tenido mucha historia, salvo por el detalle de que mi hijo se ha emperrado en cambiar un rato su mini-groenlandesa, por mi Werner Camano. Hemos entrado en la playa de las Fuentes, con una mezcla de querer continuar para que aquello se estirase un poco más, y de alegría porque se acababa el remar. Creo que descansado una hora, se hubiese podido intentar llegar a Peñiscola, o al menos a la playa del Ruso, para acampar. Aun hubiesen quedado tres horas de luz. Sin embargo todavía quedaba por recoger todo, conducir hasta la base, descargar, y volver a casa. Mejor terminar las cosas cuando todavía tienes un sabor dulce en la boca.
He aprendido que es pesado palear uno solo para mover un kayak doble, y que el Oasis Twin, navegaba mejor que éste. Los 32 Km. que han salido quedan un poco lejos de lo que se podría hacer en un k1…..pero se que hay que ser conservador con la distancia a cubrir cuando vas en un kayak doble y se puede decir que remas solo. Al final he terminado el día casi como lo empecé: enseñando el culo, aunque en esta ocasión, ha sido para recibir un pinchazo de un antihistamínico. Con las picadas de los mosquitos la pierna (derecha) se me habia agarrotado.