El día 17 de septiembre de 2007, Key y yo habíamos quedado muy pronto para ir a navegar a Peñiscola. Ya habíamos abortado esta travesía por varias circunstancias en Mayo. Era la primera vez que ambos hacíamos una salida llevando los kayaks a cuestas. Todo esto hacia que estuviésemos muy ilusionados, y un tanto nerviosos.
A eso de las ocho ya estábamos en puerto cargando nuestros kayaks. La inexperiencia en el arte de transportar los kayaks en la baca, hizo que el kayak que iba en los soportes fuese colocado con facilidad. El otro, el Ysak de plástico, costó más, puesto que si iba bocarriba, se deformaba con la presión de las cinchas. Tampoco teníamos claro como atar las cinchas de forma simple pero segura. No obstante solucionamos con garantías todos los inconvenientes, y solucionamos como pudimos lo mas delicado: poner la placa V20. Para esta ocasión le había añadido una espuma para evitar los enormes rallajos que pueden provocar sus bordes. El sistema cumplió, pero para el futuro debo buscar algo más fiable, de forma que no tenga que estar todo el rato pendiente de la dichosa placa V20.
Tras las fotos de rigor, y el abandono de lastre innecesario, partimos de Oropesa, rumbo a Peñiscola. Nos aguardaban unos 50 km, que hicimos por carretera normal. A poco de salir ya me di cuenta, que pasaba lo de otras veces. Tienes que estar muy concentrado en la conducción, de placa V20 que se mueve, y todos los ruiditos que puedas escuchar. Vas todo el rato en estado de alerta por si algo se suelta. De hecho a poco de salir paramos porque había una cincha que no se había recogido bien, y con el aire golpeaba rítmicamente.
MIRANDO AL CIELO
El cielo estaba muy nublado y plomizo, pero confiábamos que no se repetirían las lluvias de días pasados. Llegamos a Peñiscola, y las emociones ya se empezaron a disparar al ver la mar tan buena que teníamos, y un sol que tenia ganas de salir. Tras discutir un poco, como un matrimonio viejo, «embarquemos allí » «no allí….», «aparcaremos ahí….» , «no más cerca…..» decidimos embarcar en el norte de la península. Fuese como fuese tenia que rodearla en kayak. Bajamos los kayaks, y preparamos el material. Con los dos barcos en la orilla buscamos a alguien que nos hiciese la foto de rigor. Fue gracioso porque a los primeros abuelos que pasaron, les pedimos que nos hiciese la foto, e hicieron un gesto de pavor. Quizás pensaron que vestidos de aquella forma los íbamos a atracar
El mar estaba «plato, plato». Tras las fotos de rigor empezamos a rodear la enorme roca sobre la que se asienta el pueblo. Con el mar tan tranquilo me podía acercar hasta casi tocar las rocas. Estás muestran el efecto de siglos de erosión, y formas figuras muy curiosas. También habían oquedades donde se podía entrar, pero no me sentía tan valiente como para pasar. Key, por precaución navegaba mucho más separado de las rocas. De pequeño visité muchas veces este lugar, y siempre me sentí como un pequeño guerrero medieval. Este pueblo guarda entre sus calles las sensaciones de otras épocas. Ahora descubría el lugar desde otra perspectiva, y la verdad es que era mucha la emoción. Antes, de niño, era defensor de la plaza, y ahora parecía yo el asaltante encima de mi kayak. Ahora se apreciaba diferente el castillo de Peñiscola.
CRUZAMOS EL CASTILLO
Pasamos la roca, y fuimos paralelos al muelle del puerto de Peñiscola. Parecía como si remásemos en aceite, y la luz del cielo nublado le daba al mar un tono turquesa increíble. Era tan bonito que hasta frené el kayak para fotografiar una pluma que navegaba. Me encanta ese paisaje en el cual miras al horizonte y no sabes donde empieza el cielo, y termina el mar. Pronto me empecé a sentir mal. Con las prisas me había puesto los pedales mal, y llevarlos tan forzados me estaba dando muchos dolores. Nos acercamos a la costa con tal de observar las muchas calas que habían. El tema era buscar el sitio mas al sur de Peñiscola, donde iniciar en un futuro un recorrido por la Serra d´irta.
Localizamos una, ideal para aparcar, y bajar los kayaks, aunque no comprobamos si era zona azul. Hasta en esta zona es difícil ver las montañas, porque todo son bloques de cemento. Nos dedicamos a aprovechar la tranquilidad del mar, para ir muy pegado a las rocas, y ver los fondos, muy poblados. Al final no tuve mas remedio que desembarcar para ajustar los pedales, y a pesar del poco oleaje, comprobé como la última ola te puede hacer aterrizar literalmente en la orilla. Íbamos muy despacio, casi fotografiando cada cala y oquedad. Yo me arrimaba mucho, y al soltar la pala para fotografiar, corría el peligro de quedarme a merced de un golpe de mar. De hecho en una de tantas me pegué un susto puesto que me metí encima de una roca, y cuando se retiró el agua, se hizo el vacío debajo de mi proa. Tuve que tomar rápidamente la pala, para que la siguiente ola no me lanzase contra las rocas.
El sol fue poco a poco saliendo, y a pesar de que no hacia calor, el sol quemaba. Las construcciones fueron desapareciendo conforme llegábamos al parque de la Serra d´irta. Es un trozo de litoral de unos 13 km, que se encuentra sin edificar, donde predomina el monte bajo, y pino. En algunos lugares la montaña acaba abruptamente, y en otras forma diminutas calas de cantos rodados, donde se puede desembarcar con cuidado. En la mayoría de estas zonas la franja litoral tiene una zona de poca profundidad, bastante bien conservada, y ves el fondo muy bien desde el kayak. Ideal para hacer snorkel.
Llegamos hasta la torre del Badum, donde las paredes eran las mas altas de nuestro recorrido. El corte de la montaña mostraba unos pliegues muy bellos. Esa zona muestra las heridas de las olas, y hay una roca enorme con forma de cubo, que parece que está a punto de caer. Menos mal que no decidió hacerlo ese dia puesto que el susto hubiese sido gordo. Pasando esta zona, llegamos a la platja del russo, donde una solitaria playa de arena nos esperaba. Muy cerca todavía está un antiguo cuartel de la guardia civil.
Descansamos un poco, y comimos algo. Eran las 12:00 y teníamos que volver. Al salir de la playa, Key me dejó su pala Werner, y estuve remando con ella unos minutos. Va fantástica, aunque me costaría un poco adaptarme a la forma de su pértiga. Volvimos charlando, aunque a un ritmo más alegre. De vuelta, vimos como muchos bañistas aprovechan las calas y su discreción para entregarse al nudismo. El mar se había puesto algo movido, y nos dedicamos a volver para llegar dentro de horario.
Llegamos a nuestro punto de partida, en mucho menos tiempo de lo que nos había costado la ida. Eran casi las 14:00 y habíamos estado como unas cuatro horas navegando, que me supieron a poco. Ahora solo queda volver pronto y aceptar de recorrer por entero la Serra d´irta.