Este domingo hemos vuelto a remar a Lleida a la comarca de la Noguera. Sobre la planicie se alza la sierra del Montsec, que regala unos pantanos muy bellos. Hace unos meses navegamos el embalse de Canelles y su alucinante Congost de Montrebei, y ya nos quedó como tarea pendiente este pantano de Camarasa. Hace tiempo que recibí una invitación por facebook para visitar este pantano y su Congost del Doll. Al final todo fue propicio, y aunque solo teníamos 48 horas y para ir, remar y volver, no lo pensamos mucho, aunque por delante teníamos 600 km. La ilusión continua especialmente si es una travesía que puedo hacer con mi hijo.
Dicen que remado un pantano, remado todos. Y no es del todo mentira, puesto que muchos se parecen esteticamente, y tienen las mismas virtudes y defectos para navegar en kayak. Debo decir en beneficio del pantano de Camarasa que se encuentra encajado entre montañas, formando lo que se llama en catalán congost, lo que vendríamos a llamar cañón. Este rasgo nos da la sensación de navegar como si fuese un río, y tiene cierto aire a los fiordos de Noruega.
Para no hacerlo tan pesado hicimos noche a medio camino, en Cambrils. Pero eso no evitó un importante madrugón para llegar con tiempo al punto de encuentro en el pueblo de les Avellanes. De ahí, fuimos siguiendo a la furgo con el remolque cargado de kayaks, por un camino que pronto dejó el asfalto, para ser tierra y luego pedruscos. Con algún barrizal de regalo. No es que mime a mi Toyota Corolla Verso, pero no me gusta ponerle en ese compromiso. Además con tanta piedra suelta padecia no poder hacer las subidas a la vuelta. Me gustaría haber grabado con el gps el recorrido en coche para indicarte como llegar a la orilla del agua. En los pantanos es bastante dificil y critico encontrar un punto de donde entrar y salir del agua, y llegar allí en coche. De todas formas el camino salia de Vilanova de la Sal buscando la antigua estacion de tren, con lo que preguntando o mirando las indicaciones no es imposible llegar. El punto de embarque era genial con una suave playa, sitio de sobra para aparcar y un bosquecillo que ofrece refugio y sombra.
COMENZAMOS A NAVEGAR
Ya había gente preparando los trastos para navegar en la orilla. Saludamos a los conocidos, y nos presentamos a los desconocidos. Hoy nos tocaba a unos cuantos remar con los kayaks de la empresa Zenith Aventura. Por lo menos mi hijo y yo nos saltamos las típicas indicaciones para la gente que apenas rema en kayak. A eso de las 10 ya estábamos en el agua, con la típica calma que convierte los embalses en un espejo. La pena es que remábamos en dirección al sol y no pude sacar buenas fotos de ese momentaco. Con las primeras paladas nos quitamos el fresco de esa fría mañana de septiembre. El paisaje era chulo, pero no muy diferente a otros pantanos. Al igual que en algunos embalses, si no sabes muy bien hacia donde vas te puedes equivocar. Desde el kayak parece que el agua se acaba delante. Algunas vez es así y te tienes que dar la vuelta. Otras no, y donde veíamos una ladera en realidad un brazo del pantano llevaba hasta la presa.
Pero ese no era nuestro objetivo y tras un recodo se alzó con todo su esplendor el Congost del Doll. Sus paredes verticales son impresionantes aunque al no estar tan juntas como las del Congost de Montrebei no es tan famoso ni conocido. Pusimos proa hacía el , mientras a la derecha dejábamos el embarcador, y a nuestra izquierda colgado de la pared pasaba el tren de los lagos. Un tren que recorre este y otros pantanos de la zona y que triunfa como los Chichos.
CONGOST DEL DOLL
El tren desapareció en el túnel y ya nos dedicamos a disfrutar con los sentidos de ese cañón salvaje y agreste que es el Congost del Doll. Con unas paredes verticales y altísimas me sentía muy afortunado de visitar de aquella forma ese lugar. Sin prisas, sin ruido, sin ensuciar. Mi hijo si que buscaba parecidos con las caprichosas formas de algunas rocas tras siglos de erosión. Había un farallón que era clavadito a un tótem de Lego. El Congost del Doll es largo pero no interminable y al final el grupo hizo una parada de reagrupamiento. Más adelante el embalse se volvía ancho y con menos encanto. Si hubiésemos continuado más estaba el camping Zodiac que puede ser también un buen punto de partida para visitar este pantano de Camarasa. No lo hicimos porque llevábamos 2 horas y 12 km, y se trataba de volver.
La vuelta fue con viento y sol de cara. Hay que tener en cuenta que en los pantanos también puede hacer viento fuerte, con la diferencia de que en algunos puntos se puede encajonar y multiplicar su fuerza. En la medida de lo posible hay que ser como un ratón en una autopista, e ir escondiéndose del viento. Una buena forma de adivinar donde pega duro el viento es fijándose en la superficie del agua. A nosotros no nos afectó mucho, porque mi hijo está fuerte y con ganas de reivindicar su fuerza para demostrarme que puede remar en su propio kayak. Además ya sabeís como son los chavales de competitivos. En ese plan llegamos los segundos a la playa. Mientras yo recogía mi material mi hijo se dio un baño en el pantano. El resto del grupo fue llegando por oleadas, y en ese rato aproveché para ver como Rafa daba un tutorial a una clienta de como usar las velas de kayak que fabrica.
FINAL EN EL PANTANO DE CAMARASA
Esto de remar da hambre, y por ello en el pack, Zenith Aventura nos había incluido un estupendo catering a la sombrita a la orilla del pantano. Fue divertido, porque en la orilla del pantano no hay sitio plano. Comimos inclinados como la orquesta del Titanic. Menos mal que apenas tomé vino y cerveza, porque hubiese acabado en el agua. No lo pudimos hacer muy largo porque teníamos unas buenas horas de coche hasta casa. Al menos nos marchamos con la ilusión de que nos quedan más pantanos que remar en la Noguera.