Sin apenas deshacer las maletas de Formentera, nos hemos embarcado en una nueva aventura. Un viaje en kayak con mi hijo un poco mas largo que el del año pasado. El escenario que se nos antojaba ideal era el río Ebro, que tantas veces he (hemos) navegado. Nos garantizábamos aguas tranquilas y la corriente que siempre ayuda.
Después de salir de casa a las 15:00, e ir a buscar el kayak doble, a eso de las 19:00 ya estábamos en la orilla de Vinebre, dispuestos a comenzar este viaje. Antes habíamos dejado el coche en Xerta, y Joan de Beniemocions, nos había subido a nosotros y al Riot, hasta el punto de partida. Teníamos delante el pueblo de Ascó y un poco más arriba la chimenea de la central nuclear. Calculaba dos horas y media de luz, hasta llegar a Mora d´Ebre, donde pretendíamos dormir. Sin embargo no contábamos con el fuerte viento que teníamos en contra. Este viento es muy típico del Ebro, y en el pasado ayudaba a veleros remontar el río. Es por ello que viendo lo que nos había costado hacer los primeros 8 Km., decidí no arriesgar y quedarnos a dormir en Garcia. Podíamos montarlo todo tranquilamente y cenar como unos señores. Continuando hasta Mora d´Ebre, podíamos tener que hacer lo mismo en penumbra.
CAMPAMENTO A LA ORILLA DEL EBRO
Instalamos el campamento en un sitio estupendo, en el bar de la piscina municipal, con su WC, y su césped. Alguien del bar vino, y nos echó. No se ablandó al ver el niño, o pensaría que este le iba a atracar el bar. Cambiamos de sitio, y perdí por un momento las llaves, del candado con el que había atado el kayak. Al final cenamos en penumbra, y después de haber pasado algo de nervios por lo de no poder desatar mi Riot al dia siguiente.
El sábado comenzó para nosotros a las 7:00 am. habíamos dormido bien, pese a acampar en el lugar de botellón de la muchachada local, y la afición suya de tirar petardos de los gordos hasta que se dejan la paga en ello. Recoger el campamento, desayunar, desalojar residuos, y prepararnos para el embarque nos costó hora y media. Y eso que los mosquitos nos achucharon, porque a metro y medio del agua, mientras colocaba todo en los tambuchos, nos poníamos el equipo y demás… nos cosieron las piernas. Esperaba la emboscada al atardecer, pero no la de la mañana.
EN MARCHA DE BUENA MAÑANA
A esa hora de la mañana el rio Ebro presentaba su mejor cara. Ni gota de viento, y un sol que da una luz cálida a la margen derecha. Era el momento de buscar la foto espejo, donde el agua refleja a la perfección lo que tiene encima. Palada a palada llegamos frente Mora d´Ebre, y así desde la orilla no veía muy buena pinta para acampar. Quizás mas tranquila la orilla izquierda (Mora la nova). Inevitablemente venían a mi cabeza, recuerdos de la quedada otoñal del Ebro. Los kilómetros fueron cayendo dejándose llevar por el río, y buscando las partes con corriente, para hacer mas llevadero el esfuerzo. Disfrutando de la soledad, y de los pajarracos (blauets, garzas, milanos….).
Muchas carpas sacaban sus aletas como una especie de baile. Incluso algún pez daba increíbles saltos fuera del agua, para pillar algún insecto despistado. El paisaje resultaba bastante familiar, porque ya son unas cuantas las veces las que hemos remado por estos sitios. Por lo que se trataba dejarse llevar disfrutando solo en el camino, sin necesidad de mirar el reloj.
Lo único que molestaba era el olor. Unos días antes, habían provocado una riada para limpiar el río. El resultado era que todo lo que estaba a metro y medio del agua se había llenado de algas. Al secarse daban un olor como de ciénaga, y un aspecto tenebroso a muchos árboles.
Puede que por esa actitud al remar, no se hizo pesado llegar a Miravet. Y eso que era el tramo mas pesado a priori por la cantidad de kilómetros. Dado que todavía no eran las 12:00 nos establecimos en la plaça del Arenal, a almorzar y descansar a la sombra de los plataneros. En este pueblo no hay zona de recreo junto al río, y este es el mejor lugar. Nos apropiamos de un banco, y con una colchoneta para no machacar nuestros huesos, pasamos el rato entre siesta, lectura, y las conversaciones de los jubilados nativos. Me llevé un pequeño susto porque una de las veces que me desperté mi hijo no estaba, porque se había ido a explorar sin decir nada. Lo encontré muy pronto porque se había llevado el móvil, pero ya no tenia cuerpo para dormir más. Empujados por el aburrimiento y falta de actividad nos echamos al agua un poco mas tarde de las 16:00.
DURA LLEGADA A BENIFALLET
El tramo hasta Benifallet fue el más duro del recorrido. El típico viento (esto ya lo repetí ) que sube por el Ebro, por la tarde no hace la siesta, y el río se abre mucho en algunos lugares, lo que te deja más indefenso. Además los kilómetros acumulados, también se notaban en mi espalda, y la posición del sol no dejaba refugiarse un poco en alguna orilla. El calor era intenso. Esta vez ver a lo lejos el puente de Benifallet, fue una bendición, porque cada palada era, «venga, aguanta una más». De forma curiosa, mi hijo empezaba a remar cuando yo paraba. Igualito que el motor eléctrico en un coche híbrido. Esta vez, desviarnos por las islas, fue una necesidad, no una opción. Desembarcamos, y tras descargar, escampamos todo en tierra y nos dedicamos una merendola. Ya montaríamos el campamento más tarde. Nos cambiamos y nos fuimos como unos señoritos a ver el partido de la eurocopa entre Francia y España.
Contentos con la victoria, la barriga llena y el cuerpo cansado, volvimos al campamento. A 150 metros se hacia una cena por aquello de la «nit de San Joan». Recuerdo la de Ibiza del 2011, y ahora lo confirmo: mal día para dormir en algo parecido a una playa. Por suerte no había verbena, pero tiraron petardos suficientes para volar un rascacielos. Era acojonante como retumbaban en la montaña de enfrente. A la mañana siguiente estábamos a las nueve dispuestos a remar cuando vino a despedirnos Lluis de Beniemocions. Siempre es agradable charlar con un amigo que respira por y para el Ebro.
ÚLTIMA ETAPA
Teníamos por delante el último tramo del viaje, pero como había tiempo de sobra, remontamos todo lo que pudimos el rio Canaletes, que desemboca por la margen derecha. Pese a que el agua era estancada y un poco repugnante tenia su gracia el cambio de entorno. Volvimos al rio Ebro, y ya enfilamos a velocidad de crucero. Solo paramos a ver una familia de patos, y algún animalico más. Llegamos a la esclusa para poder salvar el Assut. Al ser la segunda vez, ya no tenia tanta gracia, y con el calor que hacia allí dentro, queríamos que pasase rápido. Esta vez, las puertas de la esclusa se abrieron lo justo para que pasase el kayak. Nada más salir se volvió a cerrar, como si hubiésemos salido de la ballena de Jonas. Lo poco que quedaba se hizo lo mas rapidito porque ya solo quedaban ganas de llegar y volver a casa.
Salieron 52 Km., pero fue lo de menos. Ha sido un recorrido saboreando cada palada, sufriendo alguna, charlando y parando a ver la vida que palpita en cada rincón del rio Ebro. Porque como pone en cada pintada de los pueblos de su orilla «lo riu es vida«