La operación Frankton fue un pedazo de historia en la que aparece el kayak como protagonista, y que merece ser contada. Con independencia que te mole la historia militar, fue una machada que mereció una película «El Infierno de los heroes» la puedes ver aqui. Yo que fui un chaval que jugó con los geyperman, disfrutaba con «los cañones de Navarone» y mamaba con los cómics de «hazañas bélicas», confieso que estas historias me molan. Tranquilo que de mayor hice la mili, y se me pasó toda la tontería militarista. Ahora de mayorcito admiro como la gente hacía machadas de estas por unas ideas o sentimientos. Ahora todo se hace a cambio de un like. Con los años he llegado a visitar la zona de Burdeos en bicicleta, y por eso me ha impresionado más esta aventura, al ver en persona el entorno tan jodido.
INTRODUCCIÓN
Pongámonos en situación. En plena segunda guerra mundial, Burdeos era un puerto por donde los alemanes recibían importantes suministros. Situado unos 70 km tierra adentro, se accede a través del estuario del río Garona, un entorno con islas, corrientes y zonas de poco fondo. Un lugar perfecto para defender y una pesadilla para atacar por otros medios. Un «jodido grano en el culo» según Chuck Norris. Se estuvieron valorando varias operaciones militares de mayor importancia, y al final se decantaron por una acción tipo comando. El objetivo: buscar el mayor daño posible hundiendo todos los barcos que se pudiese. De esa forma se pretendía inutilizar al máximo el puerto de Burdeos.
El alma de la operación fue el capitán H.G. Hasler que durante tiempo había estado dando la paliza para el uso de kayaks como forma sigilosa de sabotear barcos. Una vez dada la luz verde a la operación se encargó de reclutar 30 voluntarios de la marina y se creó así una unidad especial llamada Royal Marine Patrol Detachment. Durante unos seis meses se estuvieron preparando para una operación de comando con kayaks, en territorio enemigo. Esto implicaba duras pruebas y entrenamientos, de tal forma que en el proceso fueron saliendo miembros del grupo inicial. Todo ésto sale en la película, no se si con rigor, pero si de forma entretenida.
COMO ERA EL KAYAK
Lo que no sale en la película es que parte del desafío estaba en conseguir un kayak adaptado a la exigencia de la misión. En una operación tan compleja cualquier detalle era crucial. Recordemos que en aquel momento la industria y diseño de kayaks estaba en parvulitos. El diseño original fue de Fred Goatley pero durante el entrenamiento se evolucionó. El kayak debía ser plegable, para entrar (y salir) de un submarino. Además debía soportar peso (75 kg de equipo y dos tripulantes) y ser capaz de ser arrastrado cargado. Por eso unos largueros reforzaba el fondo de contrachapado. El diseño se basó en un formato de dos planos de madera, unidos por una lona recubierta de caucho.
DESMONTABLE
Estructuralmente unas piezas daban rigidez a la vez que permitían ser desmontado. Internamente contaba con cinco compartimentos donde estaba programado que llevar y en que lugar. El barco media unos 487 por 71 cm con lo que grande no era. Incorporaba algunos detalles como una pequeña pantalla en la proa para lanzar hacia arriba los golpes de las olas. Otro era la posibilidad de cambiar fuera del agua la forma del casco con unas bisagras, para que su altura (calado) pasase cargado a solo 15 cm para navegar por aguas poco profundas. Resultó muy importante el tema del compás luminoso en la bañera delantera para la navegación nocturna. El diseño incorporaba unas bolsas estancas para facilitar la flotabilidad, y es que estaba ideado para no hundirse pese llenarse de agua a plena carga.
La cubierta del kayak estaba bastante abierta, por eso se incluyó una gran TAPA de goma con unos cubrebañeras integrados. Para los tripulantes de hicieron unos anoraks específicos para resguardarlos del frío e impedir la entrada de agua por la cintura. Se pretendía lograr la máxima estanqueidad pensando en navegar en el océano en modo batidora. Esto nos puede resultar normal hoy pero fue una innovación.
SIGILOSO
Las palas eran muy largas 2,7 metros. Se podían desmontar rápidamente para usar solo media pala, buscando el máximo sigilo para remar como una canoa. Pese a todo el kayak tenia (relativamente) poca obra muerta buscando pasar desapercibido. El Mark II (así fue bautizado) fue un excelente kayak que cumplía todos los requisitos de la misión. El problema es que ese fondo que lo soportaba todo, hacía al kayak muy inestable con mar movido. Ese comportamiento provocó que el Mark II fuese descartado para otras misiones. Como anécdota decir que cada embarcación costó 160 libras.
Otro problema a solucionar era como colocar en un mar movido, un «frágil» kayak cargado y con tripulantes, sin que se rompiese o inundase. La solución vino con el uso del cañón del submarino como una grúa. Pese a todo, en el momento de la maniobra un kayak se rompió, y la misión arrancó con 5 piraguas. Ese kayak volvió a casa y ahora se puede ver en un museo.
LA MISIÓN
El día 7 de diciembre de 1942 (no podían ir en verano 🙂 el submarino HMS Tuna desplegó a los kayaks (que llevaba en los tubos de torpedos) y sus tripulaciones con Hasler al mando. Por delante tenían 13 millas hasta la desembocadura del Garona. Cuando se aproximaron a la boca del río donde había una zona de corrientes y olas producto de la marea y barras de arena. La formación se rompió, pero lo peor es que un kayak volcó y lo perdieron de vista. El grupo siguió y un poco más adelante otro kayak zozobró y se rompió con un golpe de mar. El equipo intentó solucionar la situación pero el kayak acabó por hundirse. Se produjo una situación límite con los dos soldados en el agua, remolcados por los kayaks. Se les arrimó todo lo que se pudo a la orilla, pero hubo que abandonarlos agotados y helados en el océano. La decisión fue trágica, pero retrasaban al grupo y la misión podía fracasar.
Las corrientes y los contratiempos mandaron el grupo hacía la orilla cerca de Verdun. Un poco más adelante se encontraron con una linea de varios destructores alemanes que vigilaban el paso con focos. Decidieron separarse, y cruzar de uno en uno. Dos kayaks cruzaronn y llegaron al punto de encuentro. El tercero pasó pero se separó del grupo. Intentó más adelante desembarcar pero volcó por las olas y se destrozó el kayak. Son apresados a la mañana por los alemanes y en pocas horas deducen el ataque perdiendo el factor sorpresa. Los dos kayaks que quedaron con Hasler al mando desembarcaron y lograron un refugio donde pasar el día y reponer fuerzas. Comienzan a creer que hay un gafe en el grupo 🙂
SEGUNDO DÍA
Los cuatro supervivientes son descubiertos por pescadores locales, pero el propio Hasler les pide colaboración y que no les delaten. Esperaron a la primera marea de la noche, y volvieron al agua, remontando el río junto las boyas que marcaban el camino al puerto. Después de la salvaje jornada anterior, ésta fue tranquila y solo se tuvieron que preocupar por encontrar refugio para pasar el segundo día.
La marea propicia era al atardecer por eso cuando se echaron al agua de nuevo son descubiertos por un granjero que tras charlar con ellos no les delatará. Esta noche paleando fue más movida puesto que solo tuvieron 3 horas de marea a favor, teniendo que remontar luego la corriente en contra. Lo dejaron en una isla de río llamada Cazeau, pero se dieron cuenta que se habían refugiado junto a una batería anti aérea alemana. No pudiendo cambiar su puesto pasaron el día en completo sigilo como muertos para no ser descubiertos. En la siguiente jornada llegan hasta Bassens donde acampan y preparan el ataque para el día siguiente.
EL ATAQUE
Preparan las minas para 9 horas. Estas llevaban un sistema de detonación por una capsula que soltaba un ácido que perforaba una bolsa de plástico. Cuando eso sucedía explotaban. Las minas eran magnéticas y debían colocarse bajo la línea de flotación. Esto se lograba con algo parecido a un largo bastón desmontable. Con todo preparado, se separaron los dos kayaks. Uno iría a por los barcos atracados en Bassens, y el kayak de Hasler remontaría el río hasta ocuparse de los que estaban en Burdeos. Tras colocar las minas salieron pitando aguas abajo. Los dos kayaks que habían actuado por separado, se reencontraron por casualidad en plena huida. En la zona del pueblo de Bayens se separaron, e iniciaron por parejas su huida a pie.
DESENLACE
A la mañana siguiente 13 explosiones sembraron el caos en la zona portuaria de Burdeos. Más que nada porque se producían de forma aleatoria por culpa del sistema de detonación de las minas. Pese a lo espectacular de la acción la casualidad quiso que el daño a las embarcaciones no fuese grave, y se repararon con facilidad. Tampoco sufrió ningún gatete ni perrete. Fuera de bromas, fue un golpe de efecto moral que cada propaganda se encargó de maquillar como éxito y fracaso. Hacer un balance objetivo es difícil. A los alemanes, lo que más les fastidió es que pese a detectar su radar el submarino, y capturar el primer día una tripulación de kayak los ingleses habían llegado «hasta la cocina» sin haberse enterado. Por eso redoblaron las medidas de seguridad en todo el estuario del Garona.
LA ODISEA DE VOLVER A CASA
De los cuatro fugitivos, dos fueron capturados y fusilados en pocos días. Otros dos recorrieron a pie una distancia importante hasta contactar con la resistencia francesa. Aun así les faltaba un huida por Francia, luego España, hasta llegar a Gibraltar y de ahí al Reino Unido. Otra aventura que dio más valor a su acción con los kayaks. Con la vuelta de Hasler y Sparks, se pudieron conocer detalles de la operación, otros solo al acabar la guerra.
Esta aventura además de una película, homenajes, documentales y libros, ha dado lugar a que algunos pirados hayan repetido la aventura. Especialmente este año 2017 cuando se han cumplido 75 años. Eso si, sin minas, submarinos ni fusilamientos.