KAYAK EN EL DUERO

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Esta última semana de julio hemos hecho un viaje en kayak por el Duero Portugués (Douro). Ha sido una travesía organizada por Zamora Natural, que ya lleva más de 10 temporadas con la expedición, y eso se nota (y mucho). El viaje completo dura 8 días pero como iba con mi churri, y no quería ir casado y volver divorciado, lo planteamos para 5 jornadas. La experiencia ha sido fantástica, y quiero repetir otro año. Yo que ya llevo en el culo unos cuantos viajes en kayak, sabía que algunas cositas no me molarían pero lo tenia fácil porque me adapto a todo.

Si te planteas este viaje debes saber que tú solo debes palear, ellos se ocupan del resto. Como bien me dijo Antonio, el guía jefe del grupo, “Carlos olvídate de todo y dedícate a disfrutar”. Te facilitan un kayak Prijon Seayak, material de acampada, pala, chaleco, cubrebañeras, chubasquero, bolsa estanca y cantimplora para que no tengas que llevar peso desde casa. Cada jornada te dan desayuno (buenísimas las tostadas), comida, y te trasladan si el campamento no está en la orilla. En la zona de acampada, hay duchas portátiles para refrescarte y baños para hacer popó de forma honrosa (hacer pedos sólidos diría un hípster :). La cena es de bar. Esto así suena frío pero luego ves mogollón de detalles que no salen en el contrato. Cervezas frías, visitas culturales, cata de vinos, te compro lo que me pidas en la farmacia…. Y es que hay mucha profesionalidad y buen rollo en el grupo de guías que llevas. Hasta eran guapetones/as 🙂

Acostumbrado a viajar en kayak y en bici, las comodidades de la expedición por el Douro, era como ir de crucero. En cada jornada, llevabas de apoyo una pequeña lancha a motor para controlar al grupo y remolcar si alguien se cansaba demasiado. En este grupo éramos 17 personas, y enseguida se hizo equipo pese al diferente nivel kayakista. Solo había que ver como nos ayudábamos en los embarques y desembarques. La verdad es que al final me salieron agujetas de reír, no de palear. Como era de esperar, algunos aspectos como viajero no molaban. Por la mañana se perdían ratos muy buenos para palear, esperando a que todo estuviese recogido y toda la gente lista para navegar. Y debes seguir el ritmo de salidas y paradas del grupo. Pero son peajes lógicos cuando vas de forma organizada.  Como en un equipo de fútbol me sabia la alineación: éramos Hugo, Jesús, Enrique, Josep, Marta, Leon, Gaspar, Román, Carmelo, Pepe, David, Miguel y Ramón. Todos unos cracks.

El primer día acudimos al punto de encuentro, una casa rural en Portugal. El sábado ya habían ganas en las caras de todos de dar las primeras paladas .Hicimos un tramo de los arribes del Duero, una zona de especial protección donde el río va entre abruptos cortados. Yo he navegado por lugares de geologia más espectacular, pero no tan salvajes como éste. Nos llamó la atención los peces que no se asustaban pese a arrimarnos con el kayak. Por la tarde ya nos desplazamos hasta Pocinho, donde montamos el primer campamento. A unos cientos de metros se declaró un incendio forestal, y hasta veíamos las llamas. Era un espectáculo ver las maniobras de los aviones, jugandose el tipo para descargar su líquido. Todavía hubo tiempo para una visita a las pinturas rupestres del río Coa.

El domingo pusimos rumbo a la playa fluvial. Nuestra piragua los siguientes días iba a ser un Capri II un kayak doble que iba genial, al menos en río. A pocos metros ya nos pasó el primer crucero, y es que gracias a las esclusas, el Douro es surcado por enormes cruceros fluviales, aunque sorprendentemente tenían pinta de ir medio vacíos en pleno julio. Nuestra primera parada fue en un rincón increíble, la playa de Foz do Sabor. El siguiente tramo era rocoso y cerrado. Luego el paisaje ya se volvió lleno de viñedos de vino de Oporto, y como no, otro incendio. En Freixo de Numao dormimos en la rampa del embarcadero.

El lunes visitamos una quinta, que es una finca donde cultivan y producen vino. Era inglesa, y es que hace unos siglos los británicos pusieron pasta y se aseguraron tener buen suministro de ese vino que tanto les mola. Hicimos una tirada larga hasta Ferradosa, pero valió la pena porque unas tumbonas y duchas nos esperaban para pasar el mediodia. De nuevo otro incendio y el sonido de los helicópteros, nos adornó la siesta. Esa parada duró más de lo esperado puesto que teníamos hora para la esclusa de Valeira. Era gracioso ver cierto acojone en las caras de todos, puesto que no tenian ni idea de las sensaciones dentro de una esclusa. Nosotros después de bajar la del Ebro estábamos tranquilos. Sin embargo una vez en funcionamiento, mi mujer y yo fuimos los que nos quedamos con el culo torcido, puesto que bajamos la friolera de 33 m. Cuando se abrió la compuerta y salimos, parecía como si Moby Dick nos escupiera. La tarde se alargó hasta llegar al campamento de Foz do Tua.

Saliendo el martes de Foz do Tua encontramos algo de corriente, puesto que el Douro es de aguas tranquilas en toda la expedición. Fue divertido. La parada a comer y tomar cervezas fue en Pinhao un lugar con pinta de ser turístico. Por la tarde el tramo hasta Folgosa se le atragantó a más de uno. El sol y el viento en contra, pusieron a prueba las fuerzas de todos. Puede que en esta etapa fuese donde más alucinásemos con el paisaje. Ver las laderas del rio con pendientes imposibles y repletas de viñedos, no dejaba indiferente. Esta claro que el Oporto mueve pasta. Por eso éramos los primeros para una cata en una diminuta bodega. Las casas de Folgosa nos llevaban a la España de hace unas décadas.

El Miércoles nuestros sentimientos ya eran chocantes porque era nuestro último día de travesía. Yo tenía ganas de haber pedido una prórroga, pero unos rollos familiares pinchaban a mi mujer a no seguir. A poco de ponernos en marcha tuvimos que parar frente la esclusa de Regua, para esperar una hora y media nuestro turno. Tras la anterior experiencia todo fue más fluido porque las sensaciones eran conocidas. Tras salir de la esclusa de nuevo tuvimos un pelín de corriente y como nos avisaron el paisaje cambiaba al desaparecer los viñedos. Después de kilómetros de un entorno rural la ciudad de Regua nos devolvió al mundo del siglo XXI. La llegada a Rede fue con calor, por eso acabamos como casi todos los días con un chapuzón en el Duero. Tras la comida sin tiempo para más, se nos hizo un nudo por dejar al grupo, pero debíamos coger el tren que nos llevaba a por nuestro coche en Pocinho. El Douro en Portugal lleva en un lado una linea de tren que lleva hasta Oporto, con lo que la logística se simplifica. Puedes jugar al juego de la oca y avanzar o retrasar casillas. Aunque no lo intentamos, no dejan subir el kayak al vagón. Si fuera hinchable o desmontable…no digo nada.

Este viaje ha sido una forma genial de conocer un país tan cercano y desconocido como Portugal. Y todo bajo una filosofía de una expedición de kayak muy, muy recomendable propuesta por Zamora Natural. Ahora entiendo por que algunos compañeros repetían. Para bien o para mal, el Douro no se encuentra estropeado y tiene mucho sabor de kayak. Y a mi se me ha quedado el virus de llegar al Atlántico paleando.

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