Llevaba tiempo planeando una escapada kayakera, con mi mujer. Eran varias las propuestas, pero al final aceptamos la irresistible invitación de Pepe, y Ana, y nos fuimos a Santander a remar. Es estupendo que te mimen en tierra extraña, pero en estos días con ellos, creo que me lo he pasado mejor fuera del kayak, porque Pepe, es como un viejo baúl del que no paran de salir sorpresas (de las buenas). Algo que me ha gustado mucho es que sabia que había otras costas mas jodidas que el Mediterráneo, pero es muy diferente recrearlo en tu cabeza que verlo y sentirlo. Se te caen algunos mitos, pero también te das cuenta de lo fiero que puede llegar a ser el océano. En definitiva, me he asomado un poco a un nuevo nivel del kayak, donde es clave el conocimiento del entorno. Unas mareas importantes, el saber leer la previsión, el observar las nubes en el horizonte son elementos básicos, y conocerlos y respetarlos marcan la diferencia entre el susto, la diversión o el desastre.
Embarcamos en el puerto pesquero con bajamar por una rampa embarrada, por la retirada del mar. Ya habíamos estado remando el día anterior por ese lugar, pero el solecito y la presencia de otros agradables compañeros, a mi me lo hizo mas especial. Salimos por el puerto hasta la bahía, y yo me sentia como en un anuncio de sardinas en lata, empapándome del «sabor del Cantábrico» viendo los pesqueros, los pescadores arreglando sus barcas, y las redes amontonadas. Hay que estar hecho de una madera diferente para salir cada día a buscarse la vida al mar.
SALIMOS DEL PUERTO PESQUERO
Tras salir por la bocana se nos abrió la enorme bahía de Santander, con una calma importante. Era sábado y estaba llena de barquitas de pescadores, veleros, otros kayaks, barcos que cruzan la bahía y hasta encontramos enormes barcos remolcados hasta el puerto. Hay un canal para estos enormes bichos, pero hay que tener cuidado con cualquier embarcación. Tomamos rumbo a la playa del puntal de Somo, que es una enorme lengua de Arena. Allí encontramos mas amigos, hasta formar un grupo de por lo menos quince kayaks. Saludamos a todos, y fue muy agradable comprobar el buen rollo, aunque es fácil cuando corre el cava. No sobró mucho , porque casi todo se lo llevó el bautizo de los kayaks dos compañeros que debutaban ese día. Un ritual cuando menos, majo.
Puede que animados por el alcohol, nos dirigimos a la salida de la bahía, a buscar el mar de verdad, rodear la península de la Magdalena, y llegar cuanto menos a la playa del Sardinero. Ya habíamos salido el día anterior por este punto, y bueno, ya había visto como estaba el tema. No se diferenciaba mucho del mar Mediterráneo, aunque el mar de fondo es casi perpetuo e importante. Sin embargo eso en un kayak no es mucho problema salvo que la ola rompa. también hay que añadir que el color es azul, azul, y el olor es mas intenso y puro, respecto a lo que ya había probado. Navegábamos a los pies de la Magdalena, donde hay unas rocas con forma de rampa, negras e impresionantes. Ese contraste con el palacio en lo alto, sobre un tapete verde, era francamente bello.
LA BELLEZA DEL MAR CANTÁBRICO
Algo que la gente no habla, es que la costa Cantábrica es mucho mas chula que las interminables playas mediterráneas. Yo estaba disfrutando de lo lindo, porque mi kayak Oasis, iba genial, y mi mujer no estaba padeciendo para nada. El día anterior la cosa había marchado la cosa de forma parecida, y otro día bueno con mar de verdad, confirmaba que dábamos la talla. Y en esas estábamos, cuando un compañero se puso un poco nervioso, porque no lo veía claro. Los compañeros lo asistieron muy bien, pero decidieron dar la vuelta. Nosotros, por estirar un poco las sensaciones, decidimos rodear la isla de Mouro. Nos separamos un poco, por si venían olas rompiendo por la parte que da a mar abierto.
UN SUSTO
Allí tuvimos el único susto de la jornada, porque estaban saliendo veleros grandes para una regata, y por un momento uno pareció que nos envestía. El no nos vio, yo no calculé bien, y cuando quise cambiar rumbo el mar no nos ayudó. Ha sido el barco que mas cerca me ha pasado, y poco me faltó para soltar la caca.
No queriéndolo hacer muy largo porque nos esperaban en playa Peligros, regresamos. Nos reagrupamos casi todos (otros se habían vuelto ya a casa) y volvimos al puerto pesquero. Al regreso se empezó a levantar el viento que se esperaba, a la hora prevista. No hice una foto a la rampa de desembarco, pero con la marea alta, se había reducido a la cuarta parte.
Volviendo a casa no paraba de pensar de como había puesto color, olor y fuerza a costas que solo tenia en mi imaginación. Que pena tenerlo tan lejos…