Hoy la cosa va de una foto. Una que creía perdida para siempre y que encontré con alegría en el cajón de fotos, de las de antes, de las que se revelaban. Me la hizo una compañera con una de esas cámaras estancas de las de carrete, de las de usar y tirar. Fue en un cursillo de varios días que hice en el rio Mijares a su paso por mi ciudad, Vila-real. Corría el verano de 1993. Llegué a ese curso fruto de una carambola: tenia dinerito, tiempo libre y ganas de pasarlo bien. Nunca podía imaginar que me iba a gustar tanto y en esos 11 años de paréntesis, siempre tuve aquello de «por que no vuelves a probar lo de la pala ????».
Solo una cosa me detuvo, y es que pensaba que el piragüismo solo era posible con agua dulce, y en mi entorno escasea. Ale, el mar…….no te lo acabas.
Recuerdo que me acompañaba en aquel curso mi novia (ahora mi mujer), y que nos turnábamos para utilizar el barco. Eran kayaks relativamente inestables con los que te ibas fácilmente al agua. Kayaks de pista hechos con fibra muy dura, y donde apenas te cabían las piernas. Yo mismo me sorprendí, al comprobar que un negado como yo para el deporte, adquiría habilidades kayakeras. También es verdad que tuve buenos profesores.
Años más tarde intente devolver a uno de ellos a la practica del kayak….pero los años, tres niños y un trabajo absorbente son lastres muy fuertes para cualquiera. Hago lo que puedo para que no me pase lo mismo con el piragüismo. Y este es un recuerdo del principio. Luego tendrian que pasar 11 años en blanco hasta que compré el Ocean Duo, y retomé mi camino en este modo de vida y deporte que es el kayak.