Después de quedarme en el 2012 sin viaje kayakero, hace tiempo que empecé a planear uno. El destino estaba claro, la Costa Cálida en Murcia. El trayecto desde Cabo de Palos hasta Águilas. Eran tres días de navegación, y hasta teníamos a alguien que nos recogía a nosotros y kayaks en destino para facilitar la logística. Hasta formamos un grupo de cinco amigos. Pero claro, eso significaba tener que poner en común unas fechas, de las que ya no te podías salir, porque cada uno vivimos desperdigados por ahí.
Todo estaba planificado y organizado. Donde dormir, donde parar, etapas y bares seleccionados. Un buen estudio del lugar donde vas a navegar, te va a permitir no encontrar sorpresas desagradables. Por desgracia unos 8 días antes el viaje se fue torciendo. El Windgurú marcaba unas condiciones duras de viento de 13-16 nudos para dos días en la zona. Por si fuera poco para otras zonas del Levante Mediterráneo, la cosa mejoraba algo , pero anunciaba tormentas a cascoporro. No recuerdo nunca haber mirado tanto la previsión ni en tantos sitios del mapa.
Para mas inri un compañero abandonaba el grupo por problemas familiares. Llegó el temido momento de desistir con los planes, y dejar estar lo de Murcia .Al final lo que tenia que haber sido un viaje, o sea, ir de A a B tuvo que quedar en «damos una vuelta por la costa de Castellón, y luego vamos un par de días por el Ebro». Lo que se dice hacer como de guia para los amigos. No pude evitar la desilusión porque otro año me quedaba sin viaje kayakero. Porque hay mas días en el año, pero ya se hace difícil obtener otro permiso en casa que concilie con la familia.
Lejos de lamentarme, he aprendido que viajar en kayak es también saber aceptar cuando el mar y la climatología dice NO. Y en vez de lamentarse, adaptarse y disfrutar con la alternativa B. Y ese plan B fue dejar un coche en Peñíscola, e ir navegando en dos etapas desde Benicassim. Pero visto que perdimos la mañana, y que por la tarde tenia que caer una tormenta, y el viento subía y lo teníamos en contra cambiamos los planes. No eran buenas condiciones para hacer 27 km hasta el cámping previsto. La lluvia no asusta cuando navegas, pero en esta época y en esta zona se puede convertir en una peligrosa granizada. Al final decidimos ir de Benicassim a Oropesa y volver. Y visto lo visto, acertamos porque el guión se cumplió. El sol y calma que teníamos al salir duró hasta llegar a Oropesa. Luego unas nubes que parecían anunciar la invasión alienigena descargaron un buen chaparrón, mientras nos reíamos con un café enfrente. Cuando pasó, desde la bocana del puerto no se veía mal, pero el viento y el cielo tapado solo amenazaba con nuevas réplicas de la tormenta. Decidimos volver, y por el camino una fina lluvia nos bautizó, a nosotros y los kayaks. De hecho no hubo ni que endulzarlos. Todo lo vivimos con gozo y sonrisas, porque es lo que tiene un día así cuando sabes que vas a llegar a un sitio seco y cálido.
Al día siguiente, el plan era dejar los coches en Alcocebre, y hacer el otro tramo chulo de la costa de Castellón: la Serra d´Irta. La anécdota del día estuvo que cuando íbamos a embarcar nos faltaba una pala. La habíamos dejado inexplicablemente en la calle delante del coche (imposible no verla). Tuvimos que ir a por ella porque era de la buenas, con lo que perdimos una hora. Ya con todo, pudimos embarcar e iniciar el camino. No tengo mucho que contar , puesto que ya he navegado esta costa muchas veces. Si que traté de explicar a mis amigos, intentando ser buen guía, lo poco que se de este tramo. Paramos en la playa del Pebret, y me volvió a pasar como la última vez: hasta que no estas encima de la cala desde el agua no ves la antigua casa de carabineros. Molaba que un día de primavera entre semana estábamos solos, lo que le daba mas encanto. Como frikada, habían unos charcos en la playa, y pegué un trago para comprobar que era agua dulce. Como la fiel esposa, no me la tragué, y descubrí un nuevo lugar del cual brota agua de manantial, en la misma orilla del mar.
Pusimos proa hacia Peñíscola, disfrutando de los intensos colores y luz de aquel estupendo día. Ya debajo de la fortaleza intenté descubrir la grieta que lleva dentro del bufador. Pero no hubo forma. No es que quisiese entrar, porque debe estar el mal aceitoso, y muy bajo de nivel, pero me picaba la curiosidad. Tras llegar a la playa norte, desembarcamos después de hacer cientos de fotos, en uno de los rincones con más encanto. Comimos en la terraza de un restaurante desde donde podíamos ver los kayaks varados en la orilla.
También pudimos comprobar como San Windguru, se cumplía y subía el viento mucho a eso de las 16:00 llevándose el solecito, y trayendo unas nubes negras, negras….que descargaron luego de lo lindo. Lluvia, viento….. sabíamos con muchas horas de antelación, lo que nos iba a deparar el futuro. Pero no había problema. El Ebro nos quedaba cerca, y allí íbamos a poder navegar haciendo un viajecito de dos días. Yo era el único que ya había estado, y a mi me apetecía que al resto de compañeros les apeteciese. El jarro de agua fría vino al recibir un mail mi amigo Lluis, que bajaba mucho más de 800 m3 , en Ascó. Podría haberse intentado, pero desaconsejan navegar por encima de ese umbral, y estaba la inexperiencia de mis amigos en ese entorno. Una vez más el viaje se volvía a complicar, y después de cerrarse el plan B, y el C, decidimos dejarlo estar y volver a casa. Me volví a casa con un barullo de sentimientos. Contento por haber pasado 48 horas con amigos que tardo mucho en ver, pero triste teniendo que aceptar cuando hay que renunciar a poder navegar.